Junté el poco coraje que aún tenía, tomé las hojas amarillas y el lápiz que siempre guardo en la mesita de noche, y tímidamente, con algo de miedo, comencé a escribir, aquello que por cobardía o por ese miedo existencial de creerse vulnerable a la magia de tus ojos color avellana gigantes cuando se posaban en mi mirada, no me permitían hacerlo... y empecé:
Carta #1
Me cansé de andar con la mirada perdida, buscando algún detalle, alguna casualidad que nos una.
Me cansé también de las canciones de amor en la radio, llenas de palabras vacías y sentimientos a medias, del café de la mañana, de la tortura de ese lunes gris.
Me cansé de sentirte mía, tan mía a pesar de la circunstancias, del tiempo, y de una realidad que me golpea ante tanta monotonía.
Me cansé de inventar historias de amor, de crear finales diferentes al nuestro.
Me cansé de Márquez y Benedetti, y de esas letras que me hacen recordarte.
Me cansé de extrañarte y de maldecir por todas aquellas cosas que jamás dije y que quizás necesitabas escuchar...
Sin embargo, las letras que quedan en el aire sin ser plasmadas, las caricias sin dueño ni inquilino, las miradas hacia ningún lado, las cosas que jamas dije por miedo a ser escuchado...
El susurro de la lluvia, esa que algún día te trajo a mi, el perro de al lado que aúlla como un condenado...
Las notas de una guitarra desafinada,
el llanto del niño que vive frente a mi casa...
Todo pero todo me habla de vos...