17/7/17


"... al punto final de los finales 
no le siguen dos puntos suspensivos".

Joaquín Sabina
Carta #8

El tiempo no pasa en vano, ayer, hoy, mañana, pasado mañana, uno, dos, tres meses, no sé a ciencia cierta cuándo ni cómo pero estoy resignado a olvidarte.
No lo haré para que, cuando me hablen de ti les cuente lleno de orgullo que ya te olvidé.
Lo haré (o al menos, es mi propósito) como si sufriera de Alzheimer, o como si acabara de recibir un golpe que me borró todos los recuerdos que tengo de ti, o como cuando, después de una noche larga en la que el alcohol es el principal protagonista, su efecto a la mañana siguiente nos deja preguntándonos que pasó.

Es contradictorio, sin embargo, que aunque esté dispuesto a hacerlo, un miedo incalculable a no sentirte más me invada constantemente.
No puedo negar cuanto he seguido queriéndote, aún cuando la distancia se ha encargado de irte borrando poco a poco de mi memoria.

Hay noches en esta fría ciudad en las que, en el silencio de mi obscura habitación, una voz, a lo lejos, me llama y no tengo otra opción más que responder, con una sonrisa fingida, que intenta ocultar la alegría al escuchar el tono dulce de tus palabras.
Es difícil intentar determinar si esto de sentirte lejana es, o no, cuestión momentánea.
Eso me estremece.

Tengo que admitirlo, he empezado a sentirte menos, a mirar amaneceres y no pensarte, a caminar por esas calles llenas de luz y vida que conquistamos sin necesitarte, a extrañarte sólo en esas noches llenas de nostalgia, y no como antes, en todas.
A no pensar en tí con cada respiración, y menos, ahogar mis penas y el amargo sabor de la melancolía en tus labios rojos. A escuchar esa canción ("mi luz, mi corazón, mi pajarita, mi crayón") sin que mis ojos se inunden de lágrimas.

Estoy olvidando tu sonrisa, tus ojos tan profundos, tu cabello tan despeinado, tu piel, tu mal genio, tus ganas de viajar, tu voz, tu aroma, nuestros planes de escapar para irnos a vivir al mar o debajo de un puente con la única condición de estar siempre juntos.

A pesar de todo, la idea de un mundo y una vida sin tí sigue siendo una de mis mayores preocupaciones, y lo peor de eso es reconocer que ese mundo y esa vida no será tan caótica como lo imaginaba, sino sólo una etapa más en mi vida.
Tal vez y con algo de suerte, algún día, ya no significarás nada para mí.
Pasarás a formar parte de una historia, mi historia. La historia de amor de un flaco tan miserable, que sufre por tu amor.

Estoy condenado al fracaso, a no sentirte más, a pesar que quiero seguir haciéndolo, esa es mi triste realidad, a la que no quiero seguir atado.
Todo pasa tan rápido, ayer éramos el inicio de una cuento de amor, hoy, solo el contenido de una estúpida carta que tal vez nunca leas, escrita por un pseudo-escritor atormentado, y mañana, tal vez, llegaremos a ser el final de un pobre melodrama 

Es raro sentir que te vas, que realmente te vas con el pasar de los días y no puedo hacer nada, excepto sumergirme en un sentimiento de libertad y atadura.
No quiero sentirme bien al respecto.
No quiero dejar de sentir tu presencia que por tanto tiempo ha sido mi compañera.
Quiero abrir mis ojos, mirar el amanecer y tenerte en mi mente.
Quiero caminar por esas calles que conquistamos y sentir la necesidad de tenerte caminando tomados de la mano.
Quiero que, en mis noches felices me hagas falta, quiero querer compartirlas contigo.
Pero sobre todo, quiero seguir queriendo ahogar todos esos sentimientos que oscurecen mi mundo en tus labios rojos, saciando esa sed de libertad y más importante aún, volver a ser ese flaco pseudo-escritor, que tercamente, se ha resignado a olvidarte.

Foto: Pa To

12/7/17
















Carta # 7

Todo el mundo dice, sin excepción alguna, que el tiempo lo cura todo.
Insisten en querer hacerme entender que el destino tiene algo preparado para mí, que sólo es un mal momento y que todo pasará.
Sin embargo, aquí estoy, esperando que me leas alguna vez, esperando reunir la valentía necesaria para entregarte todas estas cartas que, de una u otra manera, han sido mi escapatoria de una realidad desgastada que se empeña en llevarme hacia el fondo del abismo.

Pensándolo un poco, llegué a la conclusión que, solo cuando volteamos la mirada hacia atrás, hacia el pasado, nos reencontramos extraviándonos en esas miradas, pensando en un futuro diferente al presente que ahora acariciamos con las manos frías de la soledad.
En ese intento, dejé letras como migas, marcando el camino para que pudieras regresar a mí, mientras mis sentidos te buscan intentando revivir viejas sensaciones, entre poemas y cartas que en algún momento se convertirán en canciones.

Y así, terminará otro Diciembre, y otro día sin habernos dado un beso de buenas noches.

Amanecerá y nos despertaremos con la misma esperanza del primer día, que poco a poco se va desgastando, depositada en esos amaneceres que pronto terminarán.

Y pondremos el olvido en las flores que en algún momento van a florecer.

Me cuesta admitir que este flaco, que se vuelve ansioso por sentirte, envejece, como algunas imágenes que de tanto repasarlas en la cabeza toman ese tono sepia y me dejan mudo con viejas canciones de piano como fondo.
Me han atrapado gastándome los labios, probando los besos de otras mujeres sin encontrar en ellos tu sabor, trazando contornos con la mirada sin hallar la curvatura de tus caderas.
Quizás has descubierto un puerto donde llevar tu barca, una isla donde anclar tu historia, tal vez algún arrecife te dejó encallada en alguna playa de esas que no aparecen en mi mapa.

Te podría decir tantas cosas que intenten justificar el porque no estamos juntos y descubro que todas ellas son solo el sinónimo del miedo.
Podría hacer tantas analogías sobre el porque de esta soledad, de mi ausencia sobre tus recuerdos y tu constante presencia en mis sueños.

Pero las palabras ya son sólo los hilos de una cuerda que quizás deba soltar...


Foto: Fernando Revelo G.