20/3/17

Carta #4

A veces (casi todo el tiempo) es difícil (casi imposible) encontrarte en otro lugar que no sea en mi memoria. Eres ese recuerdo que con el pasar del tiempo va adquiriendo un tono sepia, como el que tienen las fotos desgastadas y viejas.
Es difícil hablar con tu sombra pues es solo un retrato de lo que antes fue la felicidad.
Admito que te fuiste, como también, que me haces falta. Puedo estar seguro que tu ausencia ha pasado a ser una tortura con la que he convivido por algún tiempo ya (no puedo asegurar con exactitud si son meses o años).
No recuerdo cuáles fueron las últimas palabras que te escuché pronunciar (irónico, pues recuerdo con exactitud cada imagen), sin embargo, recuerdo muy bien, detalle por detalle, cómo fue nuestro último beso. Y no niego que a eso me aferro, para soñarte y tenerte a mi lado.
Me aferro a ese recuerdo dulce de tu boca, de tus labios encendidos...
La noche fría, las estrellas brillando y la luna se mostraba tímida sobre nuestro horizonte; el aire era puro; se podía sentir nuestra respiración, que por un momento fue una sola. Nuestras miradas se cruzaron, intercambiaron un mensaje en aquel código secreto que las mantenía unidas, el final era inevitable.
Ese beso duró una eternidad...